jueves, 10 de junio de 2010

retrato

Estas acá, en mi habitación, jugando absorta ese aburrido juego en la computadora. “Ese es un juego muy viejo” te digo, a lo que respondés “Clásico baby, clásico. Lo clásico no pasa de moda”. Veo tu sonrisa indiferente marcharse hacia la pantalla de la que cuelga virtualmente el solitario. Yo estaba leyendo un libro, pero ahora se me antojó tomar mis papelitos y retratarte, retratarnos; dibujarnos con palabras. Me pregunto si será mucho exigirle al lector casual que cuando escriba “ella” puedan concebirte perfecta, con tus cabellos negros, endemoniadamente hermosos, besando tu cintura, la miel de tus ojos, dulces, fulgurantes, tu boca entreabierta por donde asoman esas dos paletas, casi vulgares, insulsas. Creo que sí, que pido demasiado, si pretendo que el lector curioso pueda concebir, cuando escribo “yo”, estos ojos que te miran como idiotas porque no entienden como un tipo de mi calaña, que nunca ha hecho nada valioso, ni heroico, ni honrado, tenga la buena suerte de tenerte. De saber que en menos de un minuto va abandonar su cuadernito y su lápiz, va alimentarse de tu cuello, va a despojarte de tu ropa y la suya, y va a cruzar los dedos, anudar las servilletas, rogarle a las pestañas suicidas, que los dioses no se avispen del error que han cometido, al compensar a este mediocre con la fortuna de un santo.

1 comentario:

  1. ayer comenté, pero no sé porque no está. me encantó ese cuento. te felicito, escribes cosas bellisimas, querido. Juli

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